Máster de Cultura Científica EHU/UPNA 2023/2024 Ciencia y Artes. Tarea 3.2. Comentario proporción y belleza
Las expresiones artísticas hablan de nosotros y buscan representarnos pero también nuestras concepciones, ideas, aspiraciones y nuestra cosmogonía. El artista no puede dejar de plasmar en su obra su propia concepción del mundo. De esta forma tanto qué ha sido objeto de representación como la forma en que se ha buscado representarlo para ofrecer un mensaje concreto ha ido variando en el tiempo.
Primero debemos diferenciar qué es el canon de lo que es el canon artístico. El canon marca las proporciones “ideales” para representar el cuerpo humano, tomando una medida concreta (un módulo) mientras que el canon artístico es la representación de la figura humana pero desde los valores estéticos de una época en concreto o de aquello que es relevante para una comunidad ya sea desde valores estéticos, religiosos o culturales, es decir, qué es lo que se consideraba bello o qué se buscaba transmitir con la representación artística: representar la realidad frente a un objetivo religioso o místico.
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Venus de Willendorf. Wikicommons |
Así, en el arte prehistórico, todavía no se había desarrollado un canon de proporciones “ideales” como tal y las representaciones humanas respondían más a un canon simbólico ya que no buscaban la relación proporcional del cuerpo sino ensalzar ciertas partes relacionadas con la reproducción.
Ahí están las venus del Paleolítico, que se consideraban representaciones de diosas-madre ídolos de fecundidad. Igual que la tierra era fértil y proporcionaba sustento, se buscaba ensalzar a las mujeres y su capacidad de reproducción por lo que suponía para estas comunidades.
Los egipcios introdujeron los primeros cánones basados en un módulo para representar a hombres y deidades. Ellos tomaron como medida el puño: una persona tenía 18 puños de alto y el resto del cuerpo estaba en consonancia con esa unidad. Había una relación, una regla. La cultura griega adapta este canon modular y lo depura. En su caso, las medidas ideales para representar el cuerpo se basan en la medida de la cabeza (canon de Policleto). El canon modular había cambiado pero también el canon estético. En la antigua Grecia, al igual que las corrientes filosóficas imperantes, se buscaba la belleza y la perfección: la belleza estaba en la simetría según lo establecido por Aristóteles, y así quedaban representados los dioses en cuerpos esculpidos como los de los atletas.
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Cariátides. G.Pérez. Wikicommons |
El canon, tanto el modular como el estético, volvió a variar en el Medievo. Del canon griego y romano se pasa al canon bizantino y a una forma de representación humana alejada de la verosimilitud que había imperado en siglos anteriores: el canon artístico se vuelve más simbólico y ahora las representaciones se centran en transmitir la divinidad, la belleza al servicio de la revelación divina y el realismo pasa a un segundo plano. Ahí están las representaciones de los pantocrátor (más esquemáticas), un simbolismo alejado del naturalismo que tenía una función incluso didáctica y adoctrinadora para con el pueblo como lo fue el Gótico en arquitectura: elevar las edificaciones al cielo y elevar el espíritu gracias a la luz.
El renacimiento vuelve la mirada
de Dios al hombre y se retoman los estudios de los cánones que se
habían hecho en la antigüedad. Leonardo Da Vinci recupera los
estudios de Vitruvio y también el pintor Alberto Durero,
enriqueciéndolos y
ayudando a que la
representación humana sea mucho fiel, en
consonancia con la idea de volver los ojos al hombre y abandonar el
teocentrismo y la religión. Este estudio del hombre continúa
en los siglos posteriores. La
naturalidad que aporta a las expresiones artísticas este
estudio del ser humano se
pone al servicio de los nuevos cánones artísticos: la
reivindicación de la mirada del artista. Los
románticos aportaron un nuevo giro con la exaltación de la
naturaleza, del
individualismo y de las emociones en contraposición a la
Ilustración. Los ismos y las vanguardias vinieron a acentuar esa
búsqueda de la individualidad y de la mirada propia.
A mediados del siglo XX, el arquitecto Le Corbusier volvió a teorizar sobre las proporciones humanas y estableció su propio canon en el libro Modulor para poner en relación sus construcciones con la medida del hombre, recuperando también uno de los cánones presente en la naturaleza y que es sinónimo de perfección y belleza: la sección áurea o proporción dorada. Los antiguos había descubierto ya la belleza que daba a los diseños aplicar esta proporción, al igual que sucedía en la naturaleza: la espiral de un nautilus, cómo están distribuidas las pipas en un girasol o la forma de una piña.
Mención aparte merece la
evolución del concepto de belleza y cómo ha influido notoriamente
en la representación, por
ejemplo, de la mujer. De las
venus del paleolítico, al ideal griego y romano de las cariátides,
a la representación religiosa de las vírgenes en el medievo al
ideal de los cuerpos
renacentistas concebido
por Botticelli en su Venus y
cómo este da paso al
concepto barroco que
plasmó Rubens en
sus Tres Gracias con unas
formas mucho más llenas.
Victoria Salinas, febrero 2024
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