Máster de Cultura Científica EHU/UPNA 2023/2024 Comunicación Institucional de la ciencia. Tarea 1. Análisis crítico.

La tarea consiste en realizar un análisis crítico sobre el sistema estatal de comunicación científica a partir de los materiales facilitados en los temas 1 y 2. Vamos allá.


El que la investigación, los avances científicos y la cultura científica lleguen al gran público es una necesidad. Una sociedad informada es una sociedad más crítica, menos manipulable a través de bulos y de fake news. La formación e información científica de la sociedad es necesaria pero, ¿se comunica bien la ciencia? ¿tenemos un sistema estatal de comunicación científica robusto, bien dotado y bien financiado?

En España se hace buena ciencia, pese a la sempiterna falta de financiación y a la precariedad de los investigadores pero no siempre se ha trasladado al gran público de la mejor forma ese trabajo. No creo que se esté en el punto óptimo pese a que considero que se ha avanzado mucho en estos últimos años.

A ello han ayudado el que, primero de todo, se reconozca que hay una necesidad de hacerlo y de que las administraciones tengan que dedicar esfuerzos (léase dinero y tiempo) en hacerlo posible. El primer paso en España fue reconocer la obligación de las instituciones de “promover y tutelar” el acceso a la cultura de la sociedad y de la ciencia y la investigación científica “en beneficio del interés general” que se plasma en el artículo 44 de la Constitución Española (1) pero, como se dice, el papel lo soporta todo (véase el artículo 47 sobre el derecho a una vivienda digna) y que esté sobre el papel no significa, desgraciadamente, que sea una realidad.

La Ley de la Ciencia de 2011 (2), en sus diversas versiones vino a apuntalar esa idea. Son las administraciones públicas las primeras interesadas en fomentar las actividades para mejorar la cultura científica de la sociedad (artículo 38) pero en un país en el que desde hace décadas se lleva reclamando más financiación para hacer ciencia y una ley que acabe con la precarización laboral de los investigadores, parece que el “obligar” a comunicar es empezar la casa por el tejado o más bien, poner los detalles en el árbol de Navidad cuando no hay ni siquiera hojas. Pero, una vez más, el que exista una ley que lo demande es el primer paso necesario. De hecho en la Ley de la Ciencia, se ponen los mimbres para hacerlo posible -con la creación de un plan estatal de investigación científica y el fomento de la divulgación-.

Mientras, la creación de organismos como la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt), en 2001, dependiente el Ministerio de Ciencia, ha sido primordial en llegar donde se está ahora. A través de esta fundación se han puesto en marcha diferentes herramientas para que la comunicación de la ciencia sea una realidad. Entre ellas, destaca la Encuesta dePercepción Social de la Ciencia, que comenzó apenas un año después y que nos recuerda que hay un interés verídico de las personas por el mundo científico además de iniciativas que ayudan en la divulgación de las instituciones como la convocatorias de ayudas o herramientas más específicas, sobre todo dirigidas a medios de comunicación, que facilitan esa comunicación a través de los medios como la agencia SINC o el Science Media Center.

Puede que aquel apunte en la Constitución Española de 1978 fuera pionero y, durante mucho tiempo, inobservado o difícilmente alcanzable. Pero sí podemos decir que, en los últimos años del siglo XX y, sobre todo, en este arranque de siglo, se ha hecho camino.

Hoy en día son pocas las entidades que se dediquen a investigación, sean universidades, hospitales, fundaciones… que no cuenten con un gabinete dedicado a explicar qué hacen y, las más que han evolucionado hacia la figura de las unidades de cultura científica (UCC i). Desde ellas se realizan esas tareas de comunicación pura y dura del trabajo que se hace en el organismo pero también de divulgación e incluso de educación con actividades más lúdicas al estilo de las que, desde hace años llevan a cabo los museos científicos. Para convertirse en UCC i se han de cumplir con unos requisitos mínimos que aseguran que esas unidades de comunicación están formadas por profesionales de la comunicación y, sobre todo, tienen fondos disponibles, es decir, hay una interés legítimo en comunicar por parte de las instituciones en consonancia con la Ley de la Ciencia española.

Desde mi experiencia personal como periodista en un medio local que ha trabajado con los profesionales de estas unidades, considero que realizan una labor muy necesaria tanto en su objetivo de comunicar ciencia de cara a los medios de comunicación como para hacerlo directamente a la sociedad que les rodea (con ese espíritu “glocal” que las define). Con respecto a su relación con los medios, son ellos los que facilitan, muchas veces en tiempo récord, ese contacto con el investigador para tener una explicación a cualquier fenómeno, dar a conocer el trabajo que se está haciendo en su institución de forma accesible y con rigor y facilitan la tarea de unos comunicadores que, efectivamente, cada día tienen (tenemos) menos tiempo porque somos menos y con una carga de trabajo mayor.

Sin embargo, esta ayuda, que suele ser beneficiosa para ambas partes, puede derivar en una perversión sobre la que advierten Gónzalez-Pedraz, Pérez-Rodríguez, Campos-Domínguez y Quintanilla Fisac en su trabajo sobre estas unidades y la prensa digital (3). Sí, unos periodistas no especializados y con poco tiempo para tratar los temas (como estamos realmente) son más proclives a olvidar su espíritu crítico y a dar por bueno una nota de prensa llegada de cualquier unidad de comunicación quizá sin ni siquiera haber leído el paper del que se desprende. No sería el primer caso ni el único. Las UCCi tienen ahí una oportunidad de “colocar” sus productos pero también una increíble responsabilidad: a falta de doble filtro, se hace todavía más necesario poner en práctica una divulgación científica ética y crítica en la que los comunicadores puedan tener voz y voto sobre lo que sí debe difundirse y lo que no. Esta dependencia se hace todavía más evidente, según el estudio, en los medios locales que tienen menos medios y personal no especializado.

Por otra parte, las UCC i han encontrado un gran aliado en las redes sociales para romper la “cuarta pared” y facilitar que la divulgación científica llegue directamente a la sociedad, sin pasar por los medios de comunicación. Ahí se realiza una gran labor de comunicación, ya no solo con post en redes sociales sino generando actividades que puedan involucrar presencialmente a la sociedad y transmitir ciencia de otra manera además contando también con los que hacen la ciencia, los científicos. Ellos también están teniendo un papel decisivo en este avance del panorama de la comunicación científica ya que están aprendiendo a quitarse la bata y pasar de la difusión de la ciencia a la divulgación, a explicar lo que hacen y lo que consiguen a la vecina del quinto porque, como dice Jorge Mira (4) hay que perder “el miedo a ser vulgar (…) el verbo divulgar se parece al adjetivo vulgar”. Pero con rigor, siempre con rigor y de la mano de las UCC i.

 

Victoria Salinas, enero 2024

 

1. Constitución española (BOE núm.311, de 29 de diciembre de 1978).

2. Ley 14/2011, de 1 de junio, de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación. (BOE núm. 131, de 02/06/2011)

3 .González-Pedraz, C., Pérez-Rodríguez, A. V., Campos-Domínguez, E. y Quintanilla Fisac, M. A. (2018). Estudio de caso sobre las Unidades de Cultura Científica (UCC+i) españolas en la prensa digital. Doxa Comunicación, 26, 169-189

2. Mira, J. (2012). Reflexión sobre principios de la divulgación científica. ConCIENCIAS.digital: revista de divulgación científica de las Facultad de Ciencias de Zaragoza, (10), 16-23

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